La acepromazina es una fenotiazina que gracias a su efecto sobre los receptores dopaminérgicos posee diversas indicaciones en la clínica veterinaria como:
¡Ojo! A pesar de sus efectos sedantes, es importante no olvidar que la acepromacina, por sí misma, no tiene efecto analgésico. Por lo tanto, cuando se administre en animales que tengan dolor será necesaria la administración de analgésicos.
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La acepromacina puede administrarse vía oral, intramuscular, intravenosa (lenta) o subcutánea.
Los efectos adversos asociados al uso de acepromacina son poco frecuentes. Los más comunes incluyen ataxia y efectos extrapiramidales, por lo que su uso no se recomienda en animales con antecedentes de distonía o signos piramidales.
Como otras fenotiacinas, la acepromacina puede aumentar excesivamente el tono vagal, especialmente en perros braquicéfalos. En estos casos, la administración de atropina puede ayudar a contrarrestar estos efectos. Además, su acción bloqueadora α-adrenérgica puede provocar hipotensión.
En muchas ocasiones la acepromacina ha sido usada para tratar de manera aguda problemas de miedo a los ruidos en perros De hecho, todavía es uno de los fármacos de elección empleados por los veterinarios generalistas.
El objetivo del uso de farmacoterapia en las fobias puede encaminarse a:
En el uso tradicional de este fármaco, el objetivo es que el animal no sienta miedo en eventos que lo podrían desencadenar. Sin embargo, esto no es lo que se consigue en realidad. La acepromacina es capaz de disminuir la respuesta motora pero apenas afecta a la percerpción sensorial.
Por consiguiente, el resultado final que obtenemos es un perro cuya respuesta motora está disminuida, pero que seguirá percibiendo el estímulo como amenazante dando lugar a un incremento de ansiedad.
Desde el GEMCA, desaconsejan su uso como tratamiento único abogando por fármacos más seguros, tratamientos de modificación de conducta guiados científicamente teniendo en cuenta los principios del aprendizaje animal, y prevención.